El ser humano es práctico y rápido para quejarse, es un hábito casi “natural”. Estando apenas en pañales, ya mostramos los primeros pasitos en el camino de la queja; en esta etapa cuando algo no nos gusta o no cumple con nuestras altas expectativas, simplemente nos quejamos hasta tal punto que nuestros más cercanos nos llaman la quejona o el quejón. Al pasar los años, las cosas toman otra tonalidad más moderada y resulta que aprendemos a quejarnos menos y hacer más. Sin embargo, existen personas que se instalan en la queja y sienten un alto confort en medio de ella y descubren que les fascina vivir de queja en queja.
¿Qué significa vivir de queja en queja?
Son personas que invierten gran parte de su tiempo en ver única y recurrentemente los aspectos negativos de las circunstancias. Nunca están satisfechos y permanentemente se encuentran en un estado de búsqueda de nuevas recriminaciones en todos los ámbitos de su vida, sea que realizan la acción ellos u otros. Este tipo de persona no solo limita su propio disfrute de la vida, sino que también afecta al resto de las personas.
Al parecer y a primera vista, se observa esta situación como algo negativo y que nadie optaría por estar al lado de una persona con este tipo de hábito. Sin embargo, para el “quejón” o la “quejona” es una posición muy cómoda y que proporciona beneficios interesantes a la propia persona por lo que cuesta ser conscientes de ésta postura.
El permanecer de queja en queja, puede traer cierto beneficio, ya que impulsa a los demás a estar más pendientes del “quejón” y le absuelvan de tareas o responsabilidades, es decir, terminen realizando más cosas por él o ella. Por lo tanto, al final de tanta queja, se consigue cierta atención y lo que permite crear una falsa sensación de confort.
¿Tiene alguna consecuencia vivir de queja en queja?
Aunque ya hemos comentado algunas de ellas, es importante destacar que el hecho de vivir en la queja conlleva otras consecuencias negativas tanto para la propia persona como para su alrededor. Algunos ejemplos son:
- Disminución de la capacidad resolutiva, puesto que se centra en el problema pero no en la búsqueda de soluciones.
- Cansancio
- Visión negativa del mundo y del entorno
- Desmotivación o desilusión en general
- Dependencia hacia las otras personas, ya que la persona se apoya en los demás para que resuelvan sus problemas o le planteen posibles soluciones.
¿Qué debo cambiar para salir de la queja?
Ciertamente, lo primero que se debe reconocer es que se está viviendo la vida de queja en queja; es decir, se requiere ser consciente del hábito. Este hábito, aunque puede ser muy evidente para las personas del entorno, cuesta de reconocerlo en uno mismo. Por lo tanto, es necesario e importante mantener una actitud de análisis del propio discurso y de los comentarios de los demás, para ver si la persona vive centrada en las soluciones o, por el contrario, en los problemas.
Por otro lado, es importante tener presente los beneficios que se alcanzan por las quejas, para así poder decidir libremente si son prescindibles para uno mismo. Se debe tener en cuenta que al final, la decisión depende de cada quien y todas las formas de vivir son lícitas, aunque deben ser operativas.
Claro estos puntos, es importante empezar a reducir las quejas. Ser conscientes de cada vez que se queja para poder modificar el pensamiento o la frase por un mensaje más positivo o resolutivo. Por ejemplo, ante la queja frecuente de “no llego a final de mes”, intentar cambiar el chip y valorar: “Es verdad, mis cuentas van justas; ¿pero qué puedo hacer para cambiar eso?” ¿Hay algo de lo que pueda prescindir a corto plazo? ¿Puedo dejar de tomar el café en la panadería cada día?” Voy a tomar el café en la panadería solo los lunes.
De gran relevancia en este proceso (intentar cambiar el chip negativo) es dejar el mensaje pasivo de la queja, para poder pasar a la acción. Es decir, ante cualquier queja lo que se ha de poder conseguir es aceptarla, en caso de ser una realidad, y valorar qué puedo hacer con ello.